sábado, 16 de marzo de 2013

Desnudo.

Leo III. 1986. Vila-real.
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sábado, 2 de marzo de 2013

Italia.

Maldita banca. 1977. Firenze.
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miércoles, 27 de febrero de 2013

Buenas experiencias.

Estudio de danza I. 1976. Cadaqués.
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martes, 19 de abril de 2011

Desnudo.

Sin título. 1976. Vila-real.
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domingo, 13 de febrero de 2011

Polaroid.


SX-70
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viernes, 11 de febrero de 2011

Polaroid.


SX-70
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lunes, 15 de noviembre de 2010

Desnudo.

El original, el otro y los "plugins"


Leo II. Vila-real. 1986
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Escalofrío. Vila-real. 2010
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Las pilas y baterías, cuando te olvidas de ellas en la cavidad desde donde realizan su labor de alimentar circuitos, ya sea en cámaras, flashes o cualquier otro artilugio que de ellas dependa, tienden a desprender líquidos o producir residuos que, con el tiempo, corroen y deterioran a contactos eléctricos y a las partes más inmediatas a estos.

A este fenómeno (al que más bien llamaría HP, sin ser una impresora) se le conoce como sulfatación. Puede llegar a producirse cuando dejas de necesitar un aparatito durante un largo periodo y lo has retirado con las susodichas pilas en su interior.

El caso es que desde el día en que descubres que el mentado HP a hecho de las suyas, empiezas a necesitar, como si la vida te fuera en ello, al aparato en cuestión. Y puede que solo sea un fotómetro que te costó veintemil duros de nada, que te duele no usarlo pero... tal como están las cosas de lo digital ¿para que?

Pues ´ná de ná´, que hace unos días que sueñas con Ansell Adams y su tocacojones de sistema de zonas; que te has vuelto a empollar de todo el rollo y lo quieres probar con una de las analógicas a la que no le funciona el fotómetro, porque tiene precisamente, la zona de alimentación sulfatada. La conclusión es: que ni va el uno ni va la otra; a por la digital toca. 

Un serio temor a que algo parecido ocurra con aquellos pequeños softwares o acciones que instalamos, algunas veces, en nuestro ´fotochop´-que se sulfaten- provoca que me tiente despertar a alguno de ellos, de tanto en tanto, para hacer alguna que otra gilipollez con sus artimañas.

Hagas lo que hagas con ellos, nunca logras superar al original. Si está claro, la palabra lo dice ya: el original, el= un. Que no hay otro, pero nosotros empeñados en crear a otro; y de ese otro sale lo que sale, desde un churro a un no te quiero ni ver.

A veces pienso, que si no hubiéramos aireado por ahí al original, podriamos llamarle al otro el original y al original el otro. Y decir: este es original, me salió así, no hay otro; y esconder al original (original) para siempre. O quemarlo y lucir solo el original (otro), olvidándonos del original que un día pasó a ser: el otro.

Continuará.